
(Belo Horizonte, Brasil, 1920 – Río de Janeiro, Brasil, 1988)
La práctica artística de Lygia Clark evolucionó desde la abstracción geométrica hacia una reconfiguración radical de los límites entre el arte, el cuerpo y la sanación. Influenciada por su formación en Brasil y Europa, en sus inicios se alineó con los movimientos Concreto y Neoconcreto, compartiendo las preocupaciones formales del modernismo, aunque con una inclinación progresiva hacia un lenguaje más sensorial y participativo.
A partir de finales de la década de 1950, Clark se alejó del arte puramente visual y desarrolló objetos interactivos como sus emblemáticos Bichos. Estas esculturas articuladas invitaban a la manipulación, desafiando la autonomía de la obra y estableciendo nuevas dinámicas entre objeto y espectador.
Con el tiempo, introdujo el concepto de “objeto relacional”, ampliando su trabajo hacia un territorio terapéutico y psicoanalítico. Estas piezas, empleadas en ejercicios de conciencia corporal y expresión emocional, disuelven la frontera entre artista y participante, proponiendo el arte como un espacio para la transformación y la sanación.
Para Clark, el arte era inseparable de la vida. Rechazó la noción de la obra como una entidad estática, y favoreció experiencias inmersivas y táctiles que convertían al espectador en un co-creador activo. Su legado es fundamental en los discursos contemporáneos sobre el arte participativo y la performance, particularmente en América Latina.
Vivió y trabajó principalmente en Río de Janeiro, donde su influencia sigue siendo central en las prácticas experimentales y relacionales.