(Quiriquire, Venezuela, 1937 - París, Francia, 2019)

Francisco Salazar se formó como arquitecto en la Universidad Central de Venezuela. Sus breves estudios le llevaron a interesarse por las relaciones espaciales y las formas puras. A finales de los sesenta lo transformó en su propio camino en el arte cinético, centrándose en los fenómenos luminosos y ópticos. La exploración de rupturas, continuidades en el espacio y sus respectivos impactos en la percepción de los espectadores, le hicieron elegir el cartón ondulado como uno de sus principales materiales de trabajo, lo que le permitió establecer patrones reticulares tridimensionales como base.

La pintura así como los relieves producidos al cortar el cartón, ayudaron a generar diversos juegos con la luz, que Salazar transformó en dinámicas cinéticas, como vibraciones dadas con la percepción. Las diversas interacciones entre las sombras, la repetición de patrones y el espacio donde se ubica la obra se traducen en movimientos virtuales anclados en la abstracción. Con esto el artista buscó resaltar las conexiones, entre las nociones de espacio vacío y lleno; su preferencia por el monocromatismo surgió de la necesidad de modular la luz, con la mayor precisión posible para diferenciar radicalmente ambos tipos de espacios al mismo tiempo que los unía.